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Estoy aquí y percibo
la grandeza del día

IDENTIDAD BORRADA


Mi tierra necesita un cielo alto. Un cielo deslumbrante, azul y limpio, como el que se veía -creo que no imaginaba- desde mi hermosa infancia. Un anchuroso cielo y el altor que le toca, el espacio que es suyo. El aire que tenía, con olor a salitre, a hierba, a quehacer diario, madrugada, a cuadra. Requiere que le abran las puertas que cerraron, que derriben las vallas que nos cercaron todo, los muros que la ciegan, las barreras que alzaron de engañosas palabras. Demanda su amplitud, sus dominios extensos, su prestancia y su honra, sus palacios erguidos, sus aldeas salubres, su aspecto de abundancia.

No exige más que aquello que es suyamente suyo, como la mar y el verde y el derecho a ser norte, lo cimero del mapa. No solicita más que lo que pertenece a su historia y sus gentes. Que le devuelvan todo lo que nos usurparon bajo falsas promesas o ella dio generosa, mas a cambio de nada: la madera, los árboles, la altura de los montes, los parajes tranquilos, el color del maíz, el arte de la fragua. Mi tierra necesita que la surquen de nuevo los bueyes bien cebados de todos sus concejos. Que la recorra el toro con su trote azabache, que relinchen los asnos cuando amanece el día, que la pazcan las vacas.

Demanda su riqueza, su autoridad, su talla. Sus cosechas sabrosas en cualquier estación, sus minas atendidas por gestores legales, por mediadores lícitos. Busca sus fundamentos, su voz enmudecida, su identidad borrada por tantos aguaceros de verborrea y falacia. Pide atención y esfuerzo, que retiren el muérdago, que exterminen el humo. Que siembren horizonte. Que esparzan en los campos la grana de su grana. Que erradiquen las vías del abandono. Que le implanten más rutas, más caminos, más salidas a todas las regiones, más direcciones nuevas y más medios veloces, como relinchos bravos, como alas de águila.

Mi tierra ya no quiere más cantos de sirena, que para cantos tiene los pájaros que le abren la mañana. Ni comulgar con ruedas de molino, que para conformarse y ahogarse en más mentiras le sobran ríos y agua. Reivindica en su suelo, horadado y herido, a sus jóvenes fuertes, con el futuro firme, con su pan y su casa. Porque bien se merece levantar su cabeza campesina, rural, marinera, fecunda y mirar por encima, con fortuna y orgullo, -muy por encima, digo- de cumbres y montañas.

(La Nueva España, 24-10-2018)


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