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Estoy aquí y percibo
la grandeza del día

LA VIDA, DESDE LA INFANCIA


(A todos los niños)

Nos dicen los mayores que la vida es un soplo, que la vida son solo cuatro días. Qué extraño suena eso… La vida desde aquí se ve muy amplia; la vida, desde aquí, desde la infancia, desde la adolescencia, nos parece muy ancha casi, casi, infinita. Como cuando miramos al lejano horizonte, como cuando empezamos un camino larguísimo, como cuando soñamos un sueño interminable o como cuando vamos en bici luz arriba. Tal vez porque nosotros no volvemos atrás continuamente la memoria o la vista, tal vez porque nosotros nunca tenemos prisa; quizá porque nos gustan los veranos, y mordemos los lápices y tajamos el tiempo y comemos la nieve y hacemos con las flores gargantillas.

Los mayores comentan que la vida es muy dura. Qué raro que sea así… La vida desde aquí promete ser muy tierna, parecida a una abuela o a una pluma o a una palabra grande recién nacida. Será porque nosotros hacemos mermeladas con las moras maduras, y amasamos el barro y cazamos la brisa y adivinamos duendes y monstruos en las nubes y lloramos sin miedo a que nos vea nadie y saltamos encima de las camas y a veces nos pintamos, pero no para siempre, cicatrices y heridas. Los mayores aseguran también que la vida es un cuento y sin embargo no hablan con las flores ni valoran a un hada, ni tejen letanías de purpurina ni esperan que les salga de las frutas un príncipe, ni confían en la magia de una estrella fugaz, ni poseen paciencia para encontrar tesoros ni acariciar los charcos ni imaginan tampoco a qué sabe una cifra.

No sé… A lo mejor lo afirman por estar tan pendientes del reloj y las horas; porque les da vergüenza ser sinceros del todo y dormir abrazados a un beso de peluche o contar los secretos a su madre o sumar los amigos con sólo cinco dedos o nunca encontrar tiempo para poner en orden la fe y la fantasía. Quién sabe. A lo mejor lo dicen sin pensarlo, o a lo mejor lo dicen por decirlo. Quién sabe… Los mayores…, perdón, perdón, mayores, pero necesitáis un toque de ilusión, una pócima enana, una goma que borre el mal humor, un poco más de chispa…

Veréis cómo sentimos lo mismo que vosotros cuando nos falta alguien, cuando nos duele algo, cuando quedamos solos, cuando pasamos miedo o cuando damos saltos de alegría.

(La Nueva España. Marzo 2019)

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