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Estoy aquí y percibo
la grandeza del día

XO & COMPANY


Toda una vida entre aquellos personajes que nadie nos sabía decir dónde vivían, quiénes eran, por qué tenían historia, a qué se dedicaban. Toda la vida oyendo que éramos muy parecidos, que éramos como ellos, unas veces que más, otros días que menos, pues, por hache o por be, siempre nos comparaban. En la escuela aprendimos la existencia tan larga de aquel Matusalén, abuelo de Noé, que a menudo nombraban. Lo mismo que Calleja, el escritor de Burgos que tenía tantos cuentos como el que, erre que erre, intenta convencer y habla y habla.

Toda la vida siendo más tontos que Pichote que, al parecer, sería más tonto todavía que una mata de habas o más que el Tontolaba. Jamás nos explicaron a qué edad moriría y con qué bobería el llamado Jacobo, que cuanto más crecía más bobo se mostraba. Ni tampoco de Abundio tuvimos más noticia que la de la carrera donde competía él solo y entró en meta segundo. Y de Panete, otro igual o más tonto, tampoco nada. ¿Fruto de la mentira o la imaginación? A ver qué Perogrullo, qué Fulano o Mengano nos lo aclara.

Todos aquellos nombres que vienen repitiéndose desde los tiempos ya en que reinó Carolo o don Tereso, el rey, o existía la misma Maricastaña. ¿Y cómo sería Xo, que dio tanto de sí (la lengua es cruel también) para los que aparentan no ser espabilados o les sobra un verano o les falta una hornada? ¿Cómo estaría Pepe, que todos nos ponemos como él alguna vez? ¿Y la Marimorena? Menuda las que armaba. ¿Cómo el pobre Vicente, que sigue yendo aún, siglo tras siglo, adonde va la gente? ¿Tendrían tantos defectos, quién los conocería, a qué se se dedicaban? ¿Superarían a Picio en fealdad acaso? Picio, zapatero y buen hombre de allá de por Granada.

¿Y Rita la portera? De hacer y hacer tareas por nosotros, ¿no estará, por supuesto, derrengada? Y Carracuca el mísero, que sirve para todo, para el qué pasa hambre o es más listo que ella y de poca guapura, con más años encima que la propia Parrala. Tal vez fueron coetáneos de la Tonta del bote, Perico los palotes, la Chata Pumarín, nuestra enseña asturiana. Dónde estarán sus tumbas para depositarles una flor o un escudo, un reconocimiento y un broche con su éxito y la palabra gracias. A lo mejor no más que el cuento de la pipa, la buena pipa, digo, que no, que digo y cuento que igual posiblemente fueron como el rosario de la aurora o el agua de borrajas.

(La Nueva España, junio 2018)

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