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Estoy aquí y percibo
la grandeza del día

DÓNDE ESTARÁN


¿Qué sería de Sisí, la lancha que en mi infancia soñaba en su Llumeres? ¿Y de los pescadores, qué sería? ¿Qué de Servando y su montón de nasas en la puerta; de su joven Fermina repasando sus redes a la sombra? ¿Qué de Remedios y sus cestos de berzas y narcisos, perejil y hortalizas? ¿Qué sería de Gabriel y su lento tractor cruzando los veranos; qué de Marcelo Rafael y de sus mulas moras que abrían el nuevo día; qué sería de Consuelo y de aquella mañana en que cayó en la nieve? ¿Y de Eusebia y José y de Isolina? ¿Y de José Venancio con su boina y cigarro apagado en los labios y aquella mujer suya esbelta y cariñosa, qué sería de Cristina? ¿Y de Orejas y Ángel, y de Flora y Juanita?

¿Y qué de José Antonio y su bolso de cuero cargado de herramientas? ¿Qué de Inés y de su hombre, mi admirado marino? ¿Qué sería de Belarmo y Aurelia y Covadonga con su burro, a la vuelta de la mina? ¿Qué de Avelino Granda, con su caña y su moto sonriendo y saludando siempre siempre? ¿Qué de Fruta y sus dalias? ¿Qué de Ramón, Rosario y Colás y Eloína? ¿Qué de Tiva y de Fe y de aquellas sus manos maternales y humildes que acogían como un nido a toda la familia? ¿Qué de Lola y Francisco y Manuel y los gallos de la antojana hermosa con lavadero y fuente? ¿Qué de los gladiolos de Alfredo y de Argentina?

¿Dónde estarán ahora Celedonio y Laudela y Elías y Cebales y Carlos y los ritos y estampas de María Lita? ¿Dónde Pepe el de Paula y dónde Ángel con su gabán y su panadería? ¿Dónde la juventud de Quico y la escasa salud del hijo de Pacita; dónde Eva y Pepe y las colmenas mágicas de Prima tras los altos sanjuanes? ¿Dónde estarán los años en que todas las casas tenían luz y alegría y ventanas abiertas? ¿Y dónde iría Pepín, el de Luisa y Nemesio? ¿Y dónde Araceli y Luis? ¿Y Olegario y Amable?¿Y Basilio y Arturo? ¿Serán solo ceniza?

¿Qué sería de Eufrasio que me quería mucho y me hacía cosquillas; y de los rostros todos que tomaban el fresco en el alegre patio de Maruja Jacoba? ¿Qué de Arcadio y de Máximo y su tanta paciencia? ¿El jardín de Angelina? ¿Dónde estará Dionisio con su paxa y gaxarte y su erguida estatura vestida de Mahón y de salitre? ¿Se encontrarían todos más allá de la niebla? ¿Habrán visto a los míos? ¿Se reconocerían? ¿Recobrarían descanso y plenitud? La eternidad eterna los acoja. Dios los bendiga.

(La Nueva España, 17-02-2016)

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