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Estoy aquí y percibo
la grandeza del día

EN LUANCO, DONDE NEVABA LA MAGIA


Cuando vamos a Luanco y a Avilés tan temprano, almuerzo, muchas veces, ‘picatosta’. Es lo que más me gusta de estos lunes en los que no tengo ni escuela ni que saber, de pe a pa, la tabla. Hace un frío muy frío. El autobús no lleva mucha gente y el cobrador, Falín, no se apura a cobrarnos y saluda con gracia. Mi madre baja al médico y me lleva (necesito comprar algo de abrigo); me aconseja, como aconseja siempre que viajamos, que no mire a los lados, que luego me mareo y me encuentro revuelto a lo largo de toda la mañana.

En la consulta miro a todas las personas que hojean las revistas y El Caso y cuchichean y hablan de las mareas y del gran temporal. Yo pido que a mi madre no le hagan ningún daño, no la pinchen ni nada. Ella me toca el pelo o me saca los cuellos o me aprieta la mano, si algo de lo que hablo no la convence mucho, pero jamás me riñe ni me dice las cosas en voz alta. Repasamos los nombres de un cuadro en el que están don Ignacio y retratos de otros compañeros (la orla, creo que llaman). Y ella mira y repite (en bajo, eso sí): Ramos Aparicio, Ramos Aparicio, qué apellidos más guapos, qué apellidos más buenos. Y queda ensimismada.

Luanco, por Navidad, es otro Luanco. No sé cómo expresarlo. Es como cuando brillan pueblos en las postales, con las tiendas con luces y con espumillones. Y con escaparates, donde nieva la magia. Todos son más cercanos. Todos estamos más alegres. Y Claudio, el carnicero, bromea como nunca. Y en ‘Lanas Phildar’ cuelgan trineos y renos y bombillas vistosas en ‘La Fabiana’. En ‘El Encanto’ un pino con estrellas hermosas. Y en Enro un pez radiante. Y Tino Leonardo pone ¡con río y todo!, un nacimiento inmenso. Y Genaro la Luz, oro y guirnaldas.

En Navidad la gente da más cariño y hasta Bruna en el quisco, trae pósters y dulces que nos regala. Aunque sea lo mismo, todo es más de otra forma. Están todos felices, con ganas de vivir. María Paxarina, Senén el asesor, Carlos el zapatero, Pepita Echevarría, Manolo, Socorro Mota, Blanca. Están sus tiendas plenas de calor. Lo mismo que en El Guache, que hay madreñas con reyes y con musgo y suenan villancicos, panderos y campanas. Y Maruja, que sale con merengue y pasteles, y saluda y sonríe, como toda la vida, risueña y campechana. Y hasta las hortalizas y los higos que trajo hoy Donata. Y en Bibiana y en Chona: todo son lazos, brillos, buenos deseos. (Siempre. Y esperanza).

(La Nueva España, 10/12/2015)

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