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Estoy aquí y percibo
la grandeza del día

MATERIA HUMANA


Estos son los dones que yo os ofrendo y las petitorias que lanzo a mis hados. Agotar las tardes con júbilo asiduo. Subir a la noche con alma encendida, sentir el calor de sentirme en casa. Dormir con la paz que respira un niño, dormir muy conforme conmigo y contigo, dormir con la fe de no deber nada. Soñar con aquello que tengo y que sueño, con fechas brillantes como una quimera, con nombres hermosos que me intensifican, y con esperarte como aún te espero, con el mismo amor con que te esperaba.

Abrir la mañana como un verso antiguo que brinda su luz desprendidamente, respirar su fresco, bendecir sus árboles, contemplar sus formas, desear ser rama. Notar mi salud, percibir mi dicha, saber que mi cuerpo aún me sostiene, que mis ojos miran, mi corazón late, mis brazos abrazan. Aspirar el tacto del rayo primero, asistir al goce de oír cómo abordan los mirlos el día. Sentarme a la mesa, compartir el pan, el aroma seco del café temprano, la infantil textura de la mermelada. Empezar las horas con tino y arrojo, salir a la calle firme y decidido, saludar tan solo a quienes me incumben, obviar la presencia de los que ni apenas merecen un hola ni otra palabra.

No perder el rastro jamás de la belleza. No verme crecido ni autosuficiente. No olvidar que soy de materia humana. No herir, porque sé que el dolor aflige. No mentir, si busco que me den verdades. No dejar atrás lo honesto y sus vínculos. No odiar, pues conozco qué implica la saña. No asistir al pacto del interesado. No elogiar en vano, en pos del provecho. No fanatizar, que todo es de tierra y en la tierra acaba. No infringir las leyes que impone el respeto. No secar los pozos de la fantasía. No volver atrás. No posar la calma.

Valorar cuanto cae en mis manos y es libre: el grito y la memoria, la voluntad y el credo, la lucidez y el canto, la voz y sus imperios, la alegría y sus lágrimas. Mantenerlo a mi lado mientras pueda alumbrarme. Asumir que mi tiempo ha de otear el fin. Y aceptar el adiós, cuando llegue el momento, con acato y templanza. Y acercarme al paisaje y acariciar sus velos. Y llegarme a la mar y bendecir su empeño. Y pronunciar las sílabas de todo lo que amé. Y levantar la vista y dar las gracias.

© Aurelio González Ovies

(La Nueva España, 21-01-2015)

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