Un lugar donde construimos la base de lo que somos
Una escuela es una casa, escrito por Aurelio González Ovies e ilustrado por Ester Sánchez, desvela los mundos que caben en un centro a través de sencillas metáforas
PABLO FRAILE DORADO
«Una escuela es una casa / donde cabe el universo, / donde conviven los mapas / con todos los ríos dentro». Así comienza el nuevo libro de Aurelio González Ovies, un poema que va extendiéndose «poco a poco y con constancia», como un caracol, por las páginas del álbum. Una obra en la que Aurelio colabora de nuevo con Ester Sánchez, esta vez para alimentar la imaginación infantil con sencillas metáforas sobre la escuela, el espacio donde niñas y niños construyen la base de lo que son y serán.
El poema, escrito durante el confinamiento para el profesorado y alumnado del Colegio Público Dolores Medio (Oviedo), desvela los mundos que caben en una escuela con sencillez, deteniéndose en la labor cálida y respetuosa de maestras y maestros, en las mañanas en el patio, donde cada día es un juego, o en los momentos de lectura en la biblioteca o en las aulas.
«Estudié en un pueblo y en una escuela pública con no muchos libros, de aquella», recuerda Aurelio. «Aquel edificio de ladrillo visto, hoy ya casi sin función, me traslada a la infancia y me trae a la cabeza muchos recuerdos gratos y muchos nombres propios. La escuela pública suponía unión: bajar en grupo cada mañana, esperarnos a la salida y volver, cartera en mano, atravesando prados y caleyas. Y equivalía a futuro: allí construimos la base de todo lo que fuimos luego, de lo que somos hoy en día».
La idea de educación ha cambiado en las últimas décadas, permeable a nuevos conceptos o a viejos planteamientos redescubiertos, y con ella ha variado la forma en que los niños y niñas acuden a clase. Por lo general, se les trata como lo que son, personas, y no como proyectos, como adultos en potencia.
Pero ¿son más conscientes de la etapa que viven y de su importancia? «Creo que hoy en día», responde Aurelio, «son mucho más conscientes que en el pasado, donde se aprendía, en ocasiones, con castigos severos y a base de memorizar. Ahora el aprendizaje es de otra forma, mucho más dinámico, mucho más entretenido y acuden a la escuela con otra ilusión, como si fueran a su segunda casa, a su otra familia».
Para Ester Sánchez, el cambio ha sido palpable, puesto que ha visitado centros educativos desde bien joven, antes y después de convertirse en editora. «Llevo muchos años, desde que tenía veintipocos, visitando centros educativos de todo tipo, aunque en más ocasiones colegios públicos. He ido viendo, en ese tiempo, cómo han ido cambiando el profesorado, el alumnado y las familias. Si me lancé a montar una editorial infantil, es porque creo que con la educación podemos transformar el mundo».
Un poema contra la incertidumbre
Lo que hoy es un nuevo libro nació en un momento difícil, y sirvió para mitigar, en parte, el desasosiego que vino con la pandemia. «[El poema] nació durante el mes de marzo de 2020, en los días de confinamiento», explica Aurelio. «Pensé que sería bueno hacerlo para que lo recitaran o bien los alumnos del C. P. Dolores Medio o los maestros y maestras, que así fue, pues estos últimos hicieron un vídeo poniendo voz e imagen a cada estrofa. Sirvió para alegrar un poco aquellos momentos de tanta incertidumbre».
Un colegio, el Dolores Medio, que también une a ilustradora y autor por otros motivos. Aurelio, por vínculos familiares, colabora con el centro en lo que puede, desde la impartición de talleres a un concurso de microrrelatos. Ester, asimismo, impartió actividades extraescolares en sus aulas entre 1995 y 2000, cuando decidió abrir un local propio cerca de la calle La Luna. «Me siguieron un montón de alumnos y alumnas del cole. Muchas niñas (siempre más niñas que niños…) me siguieron durante años por diferentes locales que regenté. El trato con toda la comunidad educativa del C. P. Dolores Medio ha sido siempre fantástico. Así que, las vueltas de la vida, gracias a Aurelio he tenido la oportunidad de sentirme otra vez cercana al cole».
«El texto de Aurelio es precioso», continúa Ester. «Lo había visto expuesto en un cartel a la entrada del Dolores Medio (sé que es un colegio amigo y que lo ha visitado en más de una ocasión), pero no sabía que lo había creado durante el confinamiento expresamente para ellos. Aurelio, como siempre, me pasó el texto sin más comentario ni petición, dándome libertad como editora y como ilustradora. Enseguida “vi” que tendría que ser un libro de gran formato (de los títulos Pintar-Pintar de mayor formato que hemos publicado hasta la fecha), porque había que desmenuzar muchos conceptos con cada estrofa, en cada doble página. También por la relevancia del texto».
«Me leí y pensé y repensé el poema mucho», explica. «Cuando por fin comencé a esbozar, llevaba ya bien asentadas en la cabeza tanto una estructura como la comprensión (o mi comprensión) de los versos. Pensé que un centro educativo tenía que aparecer y decidí que el C. P. Dolores Medio sería el mejor, porque sabía del cariño de Aurelio a este colegio. Lo que no sabía, o no me había dado cuenta, es que lo había creado para ellos. De eso me he enterado ahora, una vez finalizado el trabajo de ilustración».
Ester tomó el Dolores Medio como referencia y, aunque muchos lectores y lectoras lo reconocerán al momento, otros lo vincularán a una «arquitectura familiar» propia de los colegios «de antes», de modo que cualquier persona pueda reconocerse en las ilustraciones. «Estuve varios días dando vueltas alrededor del cole», recuerda Ester. «Lo conozco de sobra…, pero para verlo esta vez con ojos de ilustradora. No tenía clara la perspectiva o punto de vista que debía tomar. En inicio pensaba hacer algo en caballera, pero en una de esas vueltas lo tuve claro, simplificando los volúmenes y quedándome con el perfil, con el lugar que ocupa en la calle y con la simbología, como en los versos, de la vida dentro y fuera. Ofreciendo varios contrastes en cuanto a significados y en cuanto a representación (por ejemplo, dentro de muchas siluetas planas, se abren espacios tridimensionales)».
Una colaboración que se remonta a 2007
Desde su primer libro en común, El poema que cayó a la mar (Pintar-Pintar, 2007), Ester y Aurelio han colaborado como ilustradora y autor en otros tres títulos de la editorial, Chispina (2008), Versonajes (2013) y la obra que nos ocupa, pero entremedias Ester ha impulsado, como editora, otros cinco álbumes del poeta: Cascoxu (2008), Too ama (2009), Mi madre (2010), Loles (2011) y Una mitología. Seres y mitos del norte (2019).
«Formamos un buen tándem, creo», dice Aurelio. «Me gusta todo lo que interpreta Ester, me encanta su estilo y creo que entiende muy bien mi manera de escribir, traduce a la perfección mis palabras, las engrandece. Pintar-Pintar sí que es como mi casa, la verdad. [En este libro] no se podría hacer nada más bonito ni acertado. Son muy cortas las estrofas y multitud los detalles con los que Ester las “escenifica”. Cada vez que abres las páginas, lees lo mismo, pero descubres algo nuevo, gracias a todo lo que Ester interpreta y plasma con su arte. No puedo más que darle las gracias».
«Creo que nos une la sensibilidad», apunta Ester. «Él con sus palabras y yo “con las mías” de colores. Nos ha pasado en más de una ocasión que sin hablar, sin ponernos de acuerdo antes, acabamos expresando cosas parecidas. Si pudiera me dedicaba en exclusiva a seguirlo pintando sus versos».
RESUMEN:
Una escuela es una casa donde cabe el universo, donde conviven los mapas con todos los ríos dentro.
Así comienza el nuevo libro de Aurelio González Ovies, un poema, ilustrado por Ester Sánchez, que va extendiéndose por las páginas «poco a poco y con constancia», como un caracol, alimentando la imaginación infantil a base de sencillas metáforas sobre la escuela: un espacio, también un tiempo, donde niñas y niños construyen la base de lo que son y serán.
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