Los impactos de la actividad humana en el entorno
Que no nos asuste el invierno que siempre ha sido invierno, ni las lluvias que corresponden al invierno. Que no se borren ni el sur ni el norte. Que cada cosa siga llegando a su tiempo, los torbellinos y las marejadas, el frío y la nieve, el calor y la sequía. Que no se desdibujen la cercanía, el vértigo, ni la frágil tangente del horizonte. Alerta únicamente por el hombre, para que no deje de ser hombre.
Ojalá esta nieve se adhiera a la frialdad que nos paraliza en las cuatro estaciones y la haga suya y barra en su deshielo la falsedad que, a menudo, nos envenena y nos carcome. Ojalá las borrascas, en sus cíclicos trayectos de ida y vuelta, acaben y echen abajo la altivez de tantos y tantos apoderados, erradiquen las letras de sus nombres. Y las riadas arrastren los proyectos perversos que se aparejan en las fábricas y en las malas conciencias, en los planes dañosos de quienes los proponen.
Que no temamos las inclemencias eternas de la naturaleza, hasta ahora la más benévola y desinteresada, la más paciente y beneficiosa en todo el orbe. Y prevengamos nuestros desvaríos, frecuentes y peligrosos, espeluznantes y destructores. Que la brisa continúe con su soplo fresco y su libre albedrío; y la geometría del granizo cubra la tierra y la furia de las olas embravezca los mares y la opacidad de la niebla no se desgaste. Sigan puntuales, siempre, las estaciones. Continúen los pájaros surcando el cielo. Las flores floreciendo. Sea anchurosa y fresca la sombra de los robles.
Alerta al hombre, que es el que maneja el fuego y corrige la perfección del bosque y taladra la solidez de la montaña y ensucia la transparencia de la atmósfera y arranca el fondo del océano y falsifica el perfil de los paisajes y los colores.
Alerta al hombre que desgarra a su semejante y rompe la duración de los espacios y envidia la lejanía de las estrellas y rasga la soledad de la luna y el volumen insondable de los planetas y la fosforescencia de la noche. Alerta a la humanidad, germen del riesgo y de la desolación, enemiga de todo cuanto no concibe, devastadora de todo cuanto, inerte, no se le enfrenta ni se interpone. E independencia para los peces brillantes, las nubes límpidas, el cielo inmenso y el universo munífico y resignado. Alerta al hombre.
Fuente: La Nueva España, 07-04,2021
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