Aurelio González Ovies, escritor y poeta asturiano, así como doctor en filología clásica y profesor de filología latina en la Universidad de Oviedo, deja hoy deslizar la tinta de su voz en una página más de Littera, abriendo las puertas de la inspiración con un estilo claro y rotundo…
¿Cómo define “poesía”?
Lo dije en alguna otra ocasión, la poesía es el término más preciso y certero para expresar quiénes somos, la palabra más oportuna para nombrar y asir lo que nunca más estará a nuestro alcance. La poesía es la más fiel versión del ahora.
¿En qué momento comienza a dar sus primeros pasos por el camino de la escritura?
Empiezo imitando. A los que me entusiasmaron desde el principio. A Miguel Hernández y a Gloria Fuertes (que aparecía, tímida, en programas de televisión). Y continúo, en ese peligroso momento en que o se sigue o se abandona (época del entonces BUP), porque el escribir me aportaba lo que no me ofrecían otras circunstancias: fortaleza, sinceridad con el papel en blanco, descarga de sueños, expresión de desvaríos, etc. y muchos etc.
Y en tanto que trayectoria profesional… ¿Cómo surge todo?
Profesionales, si lo somos o llegamos a ser, habría que valorarlo al final de esa trayectoria que tú mencionas. Siempre estamos en el camino.
¿Era ser escritor realmente su sueño?
Cuando pudo haberlo sido, yo pensaba en otra cosa: en cazar muchas ranas, en coger muchos pulpos, en subir muchas cuestas con la ‘bici’ y ganar, en encontrar el nido del jilguero en el árbol… Pero ahora que lo pienso, de esos deseos de entonces surgieron versos después, materia indestructible que pervive y nos prolonga. Porque siempre hablamos de lo mismo, de aquello que nos mantuvo tan vivos un día, con tanta luz, para que cuando lleguen épocas más sombrías nos siga iluminando: los padres, la niñez, los miedos, la vida…
¿Se ha visto influido por algún autor en especial?
Los clásicos grecolatinos, sin duda alguna están, más palpables o menos, en todo lo que escribo. De cada autor que leemos, cuando nos dice y nos llega, algo queda en nosotros, seguramente.
¿Hay algún verso que tenga la certeza de que jamás olvidará, o que resuene de forma constante en su cabeza?
O, ubi campi…, expresión con la que Virgilio añora en las Geórgicas la calma de sus campos natales, como yo los eché de menos muchos días. Estos días azules y este sol de la infancia, que ha pasado como uno de los últimos versos de Machado. Podría alargarse la enumeración, pero estos dos van siempre conmigo.
¿Qué suele inspirarle?
Más que inspiración me atrae la belleza, ante todo. Y no hay más belleza en ningún otro lugar que en la naturaleza. Pero también la decepción y el dolor, retales indivisibles del sentimiento que, tan pronto como reposan, son fuente inagotable de expresión poética.
¿Qué cree que puede aportar la literatura a la sociedad de hoy?
Belleza, también. Hondura. La poesía tiene que sorprender y aportar intensidad, a través de un lenguaje nuevo –por más que siempre sea el mismo– para forjar un mundo nuevo, que tanto urge. Hace mucha falta que en el mundo se mire con los ojos del poema, porque nos espera un proyecto espiritual y común. Así lo siento
¿Cuáles son las preocupaciones fundamentales de su poesía? Es decir, ¿Cuál sería, si tuviese que aferrarse tan solo a uno, el mensaje que quiere transmitir?
Llegar a comprenderme cada día un poco más es el objetivo, pienso, de mi poesía. Vislumbrar quién soy a través de lo que fui o de lo que perdí. El mensaje prioritario: emoción. No entiendo la poesía sin emoción, en muchas ocasiones sinónima de verdad o de pensamiento. Vivo con la palabra tanto como con la vida misma.
¿Qué opina sobre el enfoque según el que se abordan nuestra lengua y literatura en las aulas?
La poesía debería ser una ‘expresión vital’ tanto en los poetas como en una facultad de Humanidades. Pero para eso hay transmitirla y estudiarla con el respeto que se merece, con la delicadeza que requiere. Con poesía y admiración. Pero no siempre es así, intuyo. Aunque debería serlo. Porque la poesía, insisto, es la palabra que más puede humanizar. Duele observar cómo interesan más la adquisición de escalafones que la transmisión de valores esenciales… (Lo comento a veces con colegas de distritos universitarios y están totalmente convencidos de esta falta de consideración).
Aún hay un número considerable de personas que ven la poesía como algo lejano, elitista o que jamás lograrán comprender… ¿Qué cree que es necesario para eliminar esos mitos y acercar la poesía a las mayorías?
Entendible. Existieron épocas y hay autores expertos en apartarla de todos, en ‘inaccesibilizarla’ –y perdón por el término tan ilusorio como sesquipedalista–, en hermetizar su franqueza; en opacar su claror. Algo que no comparto porque la palabra es luz y todos alumbramos. La palabra es pálpito y todos poseemos corazón. La poesía ha de llegar a todos. Es para todos.
Fuente: www.revistalittera.es
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