AQUELLOS LIBROS DE TEXTO DE ANTAÑO
Entonces aguardábamos los libros con emoción inmensa. Yo recuerdo que, a veces, nos llegaban por tandas: el Senda, el Cosmos; editorial Miñón, aquel de Sociedad... Aún no había que hacer cola ni invertir dos salarios, pero había que esperar. Los traían de Luanco, forrábamos solapas y olíamos sus lomos y escribíamos siempre apellidos y nombre, con letra muy cuidada, a lápiz, sin calcar, por si un día heredaban los primos nuestras cosas o nosotros las suyas y había que borrar.