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Estoy aquí y percibo
la grandeza del día

LA POESÍA URGE


La poesía urge como urge el amor. Como urge el instante a cada instante. Como urge la paz en este mundo. Porque la poesía indaga en las raíces humanas de la Tierra. Y se adentra en la cal de los silencios y reconoce la verdad, el don de la verdad y su albedrío, por sus alas gigantes y su blandura, como de mar y niebla, como de fruto sápido y maduro. Y perpetúa el significado del ahora y la corriente, de todo lo que mira hacia el ocaso, de cuanto se disgrega y pulveriza, de todo aquello que se torna humo. De lo que no posee ni voz ni pálpito, pero fascina con su presencia y con su acontecer puro. La poesía huye de las hipocresías y nombra para siempre las cosas por su nombre. Y en un verso detiene la existencia y en ese mismo verso profetiza el futuro.

Se comunica con la luz y sus cuatro costados. Y traduce el propósito de los intrusos. Y favorece la transparencia y la decisión. Y cura a los enfermos de vacío y ceguera, a los que no reparan en la perseverancia de los astros ni en la frescura de la lluvia ni en la fidelidad de la mañana ni en la salud difícil de los prunos. La poesía entiende el vuelo de los pájaros y el carácter del frío y el llanto de los que huyen de sus patrias y el porqué del invierno y su ser moribundo. La poesía es sed y respuesta, remolino y misterio y nobleza y aviso. Y certeza y candor. Y no tajante y sí rotundo.

La poesía franquea corazones, fronteras, siglos, razas, temores, leyes, trabas y muros. Y contraviene el orden de lo ruin, la simpleza de lo superfluo, la precariedad de lo banal, lo irracional de lo violento. Recorre los ramales de los cinco sentidos. Reduce los palacios, realza los suburbios. Sería incapaz de matar, como no mata el poeta. Sería incapaz de humillar, como no humilla el poeta. Sería incapaz de difamar, como tampoco el poeta. Pero exterminan y asombran y acrisolan, poeta y poesía, con sus cadencias afiladas, con sus febriles susurros.

La poesía es bondad, exactitud, belleza. Es faro, inmensidad, advenimiento, rumbo. Es de la misma carne que el tiempo y la memoria, de textura cercana a la melancolía; su estatura inmensísima excede el universo, su convicción y fuerza, infalible refugio.

(La Nueva España, 30-10-2017)

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